Orihuela, ciudad natal del poeta Miguel Hernández

Orihuela, ciudad natal del poeta Miguel Hernández

Si queréis el goce de visión tan grata
Que la mente a creerlo terca se resista;
Si queréis en una blonda catarata
De color y luces anegar la vista;
Si queréis en ámbitos tan maravillosos
Como en los que en sueños la alta mente yerra
Revolar, en estos versos milagrosos,
Contemplad mi pueblo,
Contemplad mi tierra.


Fotografía de Orihuela realizada por Miguel HernándezOrihuela (Alicante), ciudad histórica, fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1969 por su patrimonio cultural y natural.

La ciudad alicantina fue cuna de ciencias, religión y letras. Allí nacieron y crecieron pintores como Joaquín Agrasot, el Cardenal Desprades, el Arzobispo Loaces y el hombre que nos ocupa, el poeta Miguel Hernández.

Miguelillo nació en la calle San Juan a las seis de la mañana del domingo 30 de octubre de 1910, tal y como se recoge en el Registro Civil de Orihuela (Sección Primera, Tomo 60, Folio 188).

Tres días después, según consta en la partida de bautismo conservada a día de hoy en el Instituto de Estudios Giennenses, Miguel fue bautizado en la Santa Iglesia Catedral del Salvador, una de las catedrales más pequeñas de España y menos conocida. Este edificio, construido en el siglo XIV y de estilo gótico levantino, ocupa el solar de la antigua mezquita aljama musulmana.

Casa donde vivió Miguel Hernández a los cuatro años de edadCon cuatro años, Miguel y su familia se trasladan a una modesta vivienda enclavada en la falda del Monte San Miguel, junto al Colegio de Santo Domingo en el que más tarde recibiría sus estudios como bachiller. Gracias al fondo fotográfico depositado en el Instituto de Estudios Giennenses podemos rescatar y compartir testimonios como este, que muestran cómo era la casa del poeta en el año 1963.


Se trata de una construcción típica del lugar, de una sola planta, jardín, pozo, granero y corral. Era en este último lugar donde el padre de Miguel, como tratante, guardaba el granado. Y también donde el propio Miguel, una vez que se dedicó por completo al pastoreo, escondía los libros que conseguía para que su padre no se los quitara. La vivienda contaba también con un pequeño huerto donde la familia plantaba para su consumo propio y donde a día de hoy todavía podemos encontrar la higuera bajo la que Miguel solía acomodarse para escribir muchos de los poemas y las cartas que se conservan en su legado. Miguel Hernández posando en la sierra de Orihuela

Otro lugar que el poeta utilizaba para escribir era una cavidad de la colina donde solía llevar al rebaño. Allí se resguardaba de la lluvia en invierno y de las altas temperaturas en verano. Hasta allí llevaba su máquina de escribir y pasaba gran parte de su tiempo escribiendo.


El contacto directo con la naturaleza y la soledad del campo le inspirarán a lo largo de toda su vida para componer. En medio de este ambiente, en que la vida salta a cada paso en bandadas de pájaros, avispas, saltamontes, hormigas y lagartijas, un día Miguelillo contempla maravillado el rito nupcial de las ovejas; otro, el nacimiento de un cordero hiere su infantil imaginación, quedando grabado para siempre en mente.
Miguel escribe y escribe, y la presencia de la naturaleza queda grabada a fuego tanto en su poesía –sobre todo en su poesía de juventud- como en sus cartas.

En su primera carta al poeta Juan Ramón Jiménez, por quien siente verdadera admiración, Miguel Hernández dice:

Carta de Miguel Hernández a Juan Ramón Jiménez


[…] Como le he dicho, creo ser un poco poeta. En los prados por que yerro con el cabrío ostenta natura su mayor grado de hermosura y pompa: muchas flores, muchos ruiseñores y verdones, mucho cielo y muy azul, algunas majestuosas montañas y una colinas y lomas tras las cuales veda la gran era azul del Mediterráneo.
… Por fuerza he tenido que cantar… Inculto, tosco, se que escribiendo poesía profano el divino Arte… No tengo culpa de llevar en mi alma una chispa de la hoguera que arde en la suya… […]