La impronta de Miguel Hernández en Jaén

La impronta de Miguel Hernández en Jaén

Miguel Hernández llega a Jaén el 2 de marzo de 1937. Tras causar baja en la 1ª Brigada Móvil de Choque del Quinto Regimiento, donde ejerce como jefe del departamento de Cultura del Batallón bajo el mando del novelista cubano Pablo de la Torriente Brau, el poeta es destinado al “Altavoz del Frente Sur” en calidad de comisario de cultura con una misión muy clara: colaborar en la redacción de prosa y poesía de guerra para su publicación en los periódicos y octavillas del frente.

No cabe duda de que la época que el poeta vive en Jaén es una de las más prolíficas de su trayectoria. La poesía que Miguel escribe en nuestra tierra es una poesía de guerra y de lucha. Se trata de palabras que abogan por despertar las conciencias, a primera vista dormidas, de las mujeres y los hombres giennenses. Y una buena muestra de ello son los versos que a día de hoy componen la letra del himno de nuestra provincia.
Aceituneros

Apenas llega a Jaén, Miguel fecha su poema Aceituneros, publicado ese mismo mes en el periódico “Frente Sur”.
Viento del Pueblo
A partir de ese momento son muchos los artículos y poemas que el poeta firma bajo sus iniciales o bajo pseudónimo –Antonio López– en los periódicos y revistas “Frente Sur”, “El mono azul” o “La voz del combatiente”. Destacan, por ejemplo, los artículos Las luchas y la vida del campesino andaluz, Compañera de nuestros días, La ciudad bombardeada y El hogar destruido. Estos textos son a día de hoy custodiados y difundidos por el Instituto de Estudios Giennenses. Así como el manuscrito y la primera edición de su obra cumbre de esta etapa de guerra: Viento del pueblo.
Borrador del artículo Jaén bombardeada
La vinculación que aún hoy existe –y existirá– entre Miguel Hernández y Jaén es incuestionable. Como lo es también la impronta que tierra y poeta dejaron la una en el otro. A través de los versos de Miguel somos capaces de conocer la vida de la retaguardia; de revivir hechos históricos tan relevantes como la batalla de Peñarroya, la defensa de Medellín o la toma del Santuario de la Cabeza; o de comprender las demoledoras consecuencias que trajeron consigo eventos tan trágicos como el bombardeo que asoló Jaén el 1 de abril de 1937.
Pero, por encima de todo, queda patente el espíritu combativo e imbatible de este poeta oriolano que, durante el tiempo que pasó en nuestra provincia, supo plantar la semilla de libertad y progreso que a día de hoy, desde la Diputación Provincial de Jaén y el Instituto de Estudios Giennenses, hemos sabido hacer revivir otorgando a su legado el tratamiento y la difusión que merece.