Apenas llega a Jaén, Miguel fecha su poema
Aceituneros, publicado ese mismo mes en el periódico “Frente Sur”.
A partir de ese momento son muchos los artículos y poemas que el poeta firma bajo sus iniciales o bajo pseudónimo –Antonio López– en los periódicos y revistas “Frente Sur”, “El mono azul” o “La voz del combatiente”. Destacan, por ejemplo, los artículos
Las luchas y la vida del campesino andaluz,
Compañera de nuestros días,
La ciudad bombardeada y
El hogar destruido.
Estos textos son a día de hoy custodiados y difundidos por el Instituto de Estudios Giennenses. Así como el manuscrito y la primera edición de su obra cumbre de esta etapa de guerra:
Viento del pueblo.
La vinculación que aún hoy existe –y existirá– entre Miguel Hernández y Jaén es incuestionable. Como lo es también la impronta que tierra y poeta dejaron la una en el otro. A través de los versos de Miguel somos capaces de conocer la vida de la retaguardia; de revivir hechos históricos tan relevantes como la batalla de Peñarroya, la defensa de Medellín o la toma del Santuario de la Cabeza; o de comprender las demoledoras consecuencias que trajeron consigo eventos tan trágicos como el bombardeo que asoló Jaén el 1 de abril de 1937.
Pero, por encima de todo, queda patente el espíritu combativo e imbatible de este poeta oriolano que, durante el tiempo que pasó en nuestra provincia, supo plantar la semilla de libertad y progreso que a día de hoy, desde la Diputación Provincial de Jaén y el Instituto de Estudios Giennenses, hemos sabido hacer revivir otorgando a su legado el tratamiento y la difusión que merece.