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Retrato póstumo del poeta Miguel Hernández en el cual destaca por un realismo crudísimo. Se trata de un retrato de tres cuartos, donde se representa al poeta amortajado (tela que le rodea el rostro), pero con los ojos abiertos aún a pesar de estar muerto. El retrato esta impregnado de un gran dramatismo, con esa boca entreabierta y esa mirada perdida.
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