Teatro en la guerra

Teatro en la guerra. La obra de Miguel Hernández en Jaén.

Conocemos la poesía que Miguel Hernández escribió durante su estancia en Jaén: El niño yuntero, Andaluzas, Rosario Dinamitera, etc.Teatro en la guerra (1937) Conocemos también los artículos que publicó en el periódico Frente Sur arengando y espoleando no sólo a las mujeres y los hombres que ya formaban parte de la lucha armada, sino también a la población civil: Compañera de nuestros días, La fiesta del trabajo, Hogar destruido, etc. ¿Pero y el teatro?

Miguel Hernández, además de poeta fue también dramaturgo. A lo largo de su vida compuso cinco obras teatrales:

     Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (1933)
     El torero más valiente (1934)
     Los hijos de la piedra (1935)
     El labrador de más aire (1937)
     Teatro en la guerra (1937)

De todas ellas, el Instituto de Estudios Giennenses custodia bien los borradores, bien ejemplares de la primera edición o bien ambos. Fue la quinta de estas obras, Teatro en la guerra, la que compusiera mientras permanecía en tierras giennenses.
Esta obra, compuesta por cuatro escenas breves, refleja con gran fidelidad y realismo las circunstancias que día a día vivía el poeta en nuestras tierras. La primera, titulada La cola, nos hace testigos de la conversación entre un grupo de mujeres que espera su turno frente a una carbonería madrileña. Precisamente el mayor número de víctimas que trajo consigo el bombardeo al que fue sometida la ciudad de Jaén el 1 de abril de 1937 fue en la cola de la carbonería existente en la Fontanilla, en la actual calle Mesones. La segunda escena, El hombrecito, nos cuenta una historia de un joven que desea sumarse a las listas del ejército popular, una situación haMiguel Hernández arengando a las tropas en Castuera (1937)rto recurrente en el momento. La tercera, El refugiado, ronda el tema del anciano que, habiéndose desplazado de su pueblo –emplazado en la provincia de Jaén– tras ser este atacado y capturado por el enemigo, se encuentra y conversa con un joven soldado venido desde Madrid. Cabe mencionar que, por aquel entonces, Jaén había visto aumentar de manera brutal su población como consecuencia de la llegada de miles de refugiados que, huyendo de la guerra, buscaban la seguridad y el cobijo de la ciudad. Esto dio lugar a múltiples conflictos sociales sobre los que Miguel trata de concienciar para potenciar la solidaridad de la gente. En la cuarta y última escena, Los sentados, Miguel vuelve sobre un asunto que permanece a lo largo de toda esta época de guerra –huelga recordar aquí textos como el de Aceituneros o La ciudad bombardeada–: la indiferencia con la que la población de la retaguardia advierte lo que sucede a su alrededor y que, al final de la pieza, se unen a la lucha.

Evidentemente es una obra que da fe del fuerte impacto que Jaén y las vivencias que Miguel tuvo en la provincia ejercieron sobre el poeta. Es un teatro de guerra y de abierto carácter social en el que Miguel Hernández no duda en introducir una clara intención propagandística. El poeta anhela el despertar de las conciencias de la gente de a pie. Desea abrirles los ojos ante la barbarie que sucede día a día a su alrededor, alejarles de visiones egoístas e individualistas y conminarles a adoptar una actitud más solidaria y, por encima de todo, combativa.

Para ello hace del teatro, como de la poesía, potentes armas de guerra.